La mejor formación es la que se da uno mismo a través de la lectura, la reflexión y la experiencia. La segunda mejor formación es la que te dan los que se encuentran en la misma situación que tú, sometidos a unas circunstancias similares y a un similar destino. La tercera mejor formación es la que se recibe en los descansos de la formación reglada, la que pasa de unos alumnos a otros. La cuarta mejor formación es la reglada.
En el curso preparatorio para trabajar en la Administración Pública, que realicé inmediatamente después de haber sacado las oposiciones, un profesor nos advirtió: “Recordad que siempre estaréis en libertad provisional”. Éramos muy jóvenes y muy inexpertos y aquella exhortación a la prudencia, que sonó en nuestras mentes como la más temible de las premoniciones, agarrotó a muchos. Fue un error de quien nos enseñaba. Nadie debe trabajar con miedo, y mucho menos cuando tiene una responsabilidad, como nadie puede jugar con miedo a fallar o puede vivir con miedo a la muerte.
La segunda consecuencia del miedo es el perjuicio al servicio público. Los técnicos, singularmente los de la Administración, tienden a endurecer los límites establecidos por las normas, a fin de no pillarse con ellas los dedos, en una medida que es directamente proporcional a su cautela: a más miedo, más endurecimiento de los límites. Escudados en el rigor, van más allá de lo que el legislador previó.